
A un influencer no lo hackean por quién es, sino por quién confía en él. Esa es la ecuación que los ciberdelincuentes explotan; una comunidad enorme, una relación construida post a post y un único requisito para convertirlo todo en un fraude perfectamente verosímil: acceder a su cuenta. En los últimos tiempos, varios casos conocidos han mostrado cómo un perfil influyente puede transformarse en minutos en la vía de difusión de estafas y malware. ESET, compañía líder en ciberseguridad, alerta sobre el interés creciente del cibercrimen en perfiles capaces de amplificar un engaño con la misma naturalidad con la que publican contenido diario.
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