Cualquiera que haya jugado a algún videojuego para móviles de moda, sabe lo tedioso que es conseguir un perfil muy evolucionado. Pero, además, puede que haya ‘invertido’ en mejorar sus bailes o su ropa en Fortnite o en adquirir elixir para Clash Royale o en mapas en ‘Ark: Survival Evolved’.
Dicho de otro modo, este tipo de juegos requiere mucho tiempo o incluso dinero para ser realmente eficiente durante una partida. Con lo cual, hay otros usuarios que estarían dispuestos a pagar por conseguir una cuenta que ha costado años en perfilar o cientos de euros para lograrlo en pocas semanas. Y, si hay quien pagaría por ello, también hay hackers que saben cómo sacar provecho a esta demanda en el mercado negro.
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La evolución en la industria del videojuego ha permitido pasar de la venta de software empaquetado -donde los usuarios pagaban por una licencia y tenían derecho a jugar todo el tiempo que quisieran- a un formato basado en suscripciones, contenido descargable, todo tipo de complementos e incluso a jugar directamente en algunas redes sociales. Una de las razones que se esgrimió inicialmente para esta evolución es la lucha contra la piratería, pero la adaptación del sector del videojuego ha llevado a depender en buena parte de Internet para poder jugar, con los riesgos de seguridad que ello conlleva. Ahora, los ciberdelincuentes pueden aprovechar vulnerabilidades con el fin de controlar las máquinas remotamente o instalar malware para obtener acceso a la información confidencial de los jugadores.