
La interfaz de programación de aplicaciones (API) es un héroe olvidado de la revolución digital. Es el pegamento que une diversos componentes de software para crear nuevas experiencias de usuario. Pero al proporcionar una vía directa a las bases de datos back-end, las APIs también son un objetivo atractivo para los ciberdelincuentes. No ayuda el hecho de que su número se haya disparado en los últimos años, lo que ha provocado que muchos despliegues no estén documentados ni protegidos.
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