
Rumores sin verificar, bulos peligrosos y leyendas urbanas con apariencia de verdad circulan a diario en redes sociales, plataformas de vídeo y servicios de mensajería. Y aunque este fenómeno afecta a toda la población, niños y adolescentes – que en verano pasan más tiempo frente a las pantallas – son especialmente vulnerables. Con la viralización de contenidos cada vez más sofisticados y realistas, aprender a identificar la desinformación se ha convertido en una prioridad para las familias.
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