
A golpe de repetición, se nos ha metido en la cabeza que los permisos que solicitan las aplicaciones antes de instalarse hay que mirarlos detenidamente. Si piden algo que no parece concordar con la finalidad aparente de la ‘app’ (por ejemplo, una linterna que pretende usar tu GPS), mejor no dar el visto bueno salvo que el desarrollador transmita confianza.
Que una aplicación demande numerosos permisos no es indicador suficiente de que hay gato encerrado, pero sí un primer indicio relevante. La mayoría de los usuarios ya es consciente. Ahora miran los permisos con lupa, y los ciberatacantes han tenido que buscarse otras mañas para seguir haciendo de las suyas.
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