
Con la llegada de septiembre, sentarse frente al ordenador durante un tiempo prolongado vuelve a ser una realidad para muchos. Un regreso que suele prepararse con agendas nuevas, espacios de trabajo organizados e, incluso, “propósitos para el nuevo curso”. Pero hay un aspecto que a menudo se pasa por alto y que, sin embargo, tiene un impacto directo en cómo estudiamos, trabajamos y descansamos: la luz.
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