
A medida que las empresas aceleran la adopción de la inteligencia artificial (IA), se enfrentan a una auténtica explosión de agentes distribuidos entre equipos, plataformas y proveedores. Aunque este crecimiento representa un enorme potencial, conlleva un nuevo reto: la proliferación descontrolada de agentes que puede dar lugar a flujos de trabajo inconexos, automatizaciones redundantes y fallos de cumplimiento. Sin una base sólida, estos agentes acaban generando caos en lugar de productividad, lo que dificulta la gobernanza de los datos, la aplicación de normas de seguridad y la oferta de experiencias coherentes a clientes y empleados a gran escala.
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