Deja que te hable de la ciudad. Si fuera mi madre, diría que me adoptaron. Si fuera una mujer, me encontrarías en un monasterio cercano. Y llamarla «amiga» es buscar la muerte antes de tiempo. Coge un edificio: es probable que en él haya robado, dormido… o meado en sus paredes.
Ahora dejo que otros hagan el trabajo. Porque yo tengo los contactos. Si eres un maleante, es probable que me conozcas. Que me debas una. O te la deba yo.
Ahora es distinto. Estamos todos en el mismo estercolero. La tenebra tiene a la Ciudad por el cuello. Y la Guardia, por las pelotas. La Ciudad se está muriendo. Persona a persona, piedra a piedra. Pero me sé de un tipo que quizá pueda devolverle la vida. Porque es capaz de robar lo que quiera. Lo llaman birlo, maestro de ladrones, cabrón tramposo. Y es todo eso.
Pero yo lo llamo… Garrett.
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