Al abrir la puerta de la nevera, te das cuenta de que parte de la comida que compraste ayer se ha estropeado o podrido pese a que aún faltan semanas para la fecha de caducidad.
En ese momento te invaden sentimientos de culpa y rabia, y no es para menos: ese desperdicio de comida no solo te afecta económicamente, sino que además tiene un amplio impacto ético y ambiental. Al margen de tu pérdida personal, en Europa se desperdician unos 88 millones de toneladas de comida cada año, lo que conlleva unos costes asociados calculados en 143 000 millones de euros. En palabras de Bernhard Url, director ejecutivo de la European Food Safety Authority, “Europa malgasta el 30 % de los alimentos, lo cual es un escándalo a nivel ético”.
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