
Aunque en plena era móvil el papel tiene cada vez menor presencia en nuestras vidas, hay soportes de información que aún se imprimen con mayor frecuencia. Es el caso de los billetes de avión. Esos pedazos de cartulina con bordes redondeados que enseñamos en el mostrador de facturación y en la puerta de embarque, sin embargo, pueden suponer un riesgo inesperado para la privacidad.
Tras unas placenteras vacaciones o un viaje de negocios, solemos desprendernos de estas tarjetas sin tomar precauciones. Por lo general, las tiramos en la papelera más cercana sin ser conscientes de la cantidad de datos personales que podrían caer en malas manos por su culpa.
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