
Vivimos en la era de la imagen. Extraño resulta el día en que no descargamos o compartimos una foto con nuestros amigos o familiares.
Los que no tienen buenas intenciones son conscientes de ello. Saben que las imágenes pululan de un sitio a otro, por lo que pueden ser un perfecto caballo de Troya para expandir elementos indeseados. De hecho, de no ser por Axelle Apvrille y Ange Albertini, más de uno y más de dos ya lo habrían intentado. Estos investigadores han sido los encargados de descubrir que en las murallas defensivas del sistema operativo móvil de Google existía un resquicio por el cual las imágenes podían convertirse en el envoltorio de software malicioso.
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